
Sí es cierto que, antes de él, ya habían aparecido otros grandes corredores azzurros, como es el caso de Carlo Galetti o el llegador Constante Girardegno, pero éstos hicieron su carrera, mayoritariamente, por Italia. Sin embargo, hubo un valiente que quiso mostrar sus habilidades como ciclista fuera de su país y se fue al Tour de Francia, la prueba de más caché.
Immediatamente después de él, surgió el inigualable Alfredo Binda y así hasta la saciedad de grandes campeones transalpinos como Coppi, Bartali, Magni, Gimondi, Bugno, Pantani y muchos otros de los que, seguramente, se hablarán en éste blog, pero quién rompió la barrera fue Ottavio.

Se presentó al Tour de 1923 con la marca Automoto siendo un desconocido con el objetivo de ayudar a sus compañeros de equipo, sobretodo al belga Lucien Buysse y al francés Henri Pelissier, que ganaria aquel mismo Tour. Sin embargo, llegó la sorpresa en la segunda etapa cuando, entre los 371 kilómetros que separaban Le Havre de Cherbourg, Ottavio, un corredor que sprintaba bien pero subía todavía mejor, se llevé la etapa y el liderato, siendo así el primer italiano en lograrlo. Lo perdió, lo volvió a recuperar en los Pirineos y lo perdió en los Alpes a favor del líder de su equipo, que se llevaria la general final con media hora sobre el mismo Bottecchia, que fue segundo.


En 1926 tuvo que abandonar el Tour, aunque fue segundo en la Vuelta al País Vasco, cuarto en Lombardía y quinto en el campeonato de Italia.
Murió el 3 de junio de 1927, cuando se encontró malherido y tirado en la carretera en las afueras de Peonis (provincia de Udine), cerca de donde vivía. Sobre su muerte, se dice que pudo haber sido por unas pedradas de un granjero al verle que cogía uvas de su viña -de hecho, el vinicultor lo dijo 20 años después-, pero también hay quien dice que podría haber sido un asesinato por sus contrastadas ideas antifascistas.
Larga vida a Ottavio.
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